Declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, se trata de uno de los lugares con las montañas kársticas más antiguas de Asia y con todavía más de un 90% de bosque primigenio, actualmente reservorio natural de una gran biodiversidad. A lo largo de los 885 km2 de superfície que comprenden el parque, está lleno de cuevas naturales con innumerables grutas por las que se puede acceder a pie, o en algunos casos incluso a bordo de una barca. En su interior, se pueden encontrar majestuosas y coloridas representaciones naturales, tales como imponentes estalagmitas y alargadas estalactitas, cubriendo infinidad de rincones por todo el espacio accesible, el cual está bien iluminado y preparado para facilitar las visitas a su interior.
Por otro lado, actualmente aún se siguen descubriendo nuevas grutas por la zona, ya que el lugar no se empezó a explorar a fondo hasta la década de 1990. Tanto es así que, en 2009 un equipo de exploradores británicos acompañados por un cazador de la zona y conocedor del lugar, accedieron por primera vez a la que sería la cueva más grande del mundo hasta la fecha, la llamada Son Doong. Dicha cueva, cuya caverna principal tiene más de 5 km de longitud, 200 metros de altura y, en algunos lugares, 150 metros de anchura, todavía no se puede visitar por libre. Se trata de todo un ecosistema de enormes dimensiones y tan solo hay una agencia (Oxalis) con permiso para organizar expediciones, las cuales suelen durar entre 1 y 4 días. Sin duda, este lugar supone una parada obligatoria para los amantes de la espeleología.
Llegamos al pueblo de Son Trach, situado en el interior del parque, alrededor de las 4 de la madrugada y a bordo del autobús nocturno que nos recogió la noche anterior en la localidad de Tam Coc. Nada más bajar del bus nos alegramos de notar un clima algo más cálido, pues los últimos dos días en Tam Coc nos dejaron literalmente tiritando. Sobre las 4.30h am ya pudimos hacer el early check-in en un hostel con dormitorios compartidos, donde teníamos incluida la primera noche dentro del precio del autobús. Al final, acabamos pasando allí 3 noches, ya que, pese a que no solemos pernoctar en dormitorios compartidos, resultó la opción más económica de este sitio (3$ por persona). El pueblo es bastante pequeño y solo cuenta con un cajero ATM, pero el verdadero encanto del lugar aparece a medida que empiezas a explorar las afueras.
Despúes de recuperarnos un poco del viajecito nocturno, bien temprano nos fuimos a desayunar al bar del hostel, donde no tardó en recibirnos el guardián de la casa.
De nuevo con la energía a tope, nos pusimos en marcha y fuimos a visitar la Cueva Phong Nha. La entrada a la cueva cuesta 50.000 VND, aunque también hay que pagar un ticket para subirse a una barca, la cual navega por el interior de la cueva. El precio por barca suelen ser 300.000 VND a repartir entre el número de tripulantes hasta un máximo de 14 personas. Si no vas en grupo, es tan fácil como esperarse un poquito delante de las taquillas, situadas en el embarcadero de Son Trach, y preguntar a medida que vayan viniendo más turistas hasta que haya un mínimo de gente. Nosotros no tardamos ni 10 minutos en juntarnos 8 personas.
Una vez a bordo, navegamos por el río Son, desde donde se puede contemplar la actividad de los lugareños que viven a orillas del río.
Finalmente llegamos a la boca de la cueva, donde el barquero apagó el motor y continuó a remo.
En aquel momento fue como entrar a otra dimensión. De repente nos envolvió un silencio sepulcral, el cual se rompía fugazmente con el sonido de las gotas que caían del techo, junto con el vaivén de los remos rozando el agua.
El interior de la cueva está bastante bien iluminado, dándole un aspecto aún más extraordinario. Por el camino, pasamos por al lado de enormes estalagmitas que se alzaban por ambos lados del corredor por el que íbamos navegando. Tras algunos minutos, atravesamos varias galerías, embobados con los colores que relucían por los diferentes rincones y techos, espectacularmente iluminados por la luz de los múltiples focos.
Finalmente, desembarcamos en lo que parecía una especie de «playa» interior, compuesta por una arena fina y blanquecina, desde donde continuamos la expedición a pie.
Nos seguimos adentrando por varios pasillos que íban accediendo a diferentes rincones, hasta que, siguiendo el camino, acabamos saliendo al exterior.
Una vez fuera, enseguida dimos con las características paraditas de souvenirs, donde por supuesto no pasamos desapercibidos ante el reclamo de los vendedores. A parte de eso, la experiencia resultó estar a la altura de nuestras expectativas.
Esa misma tarde nos quedamos reponiendo fuerzas en el Bamboo Cafe, donde permanecimos casi toda la tarde «enchufados» a nuestra tablet. Entre sus riquísimos platos y el ambiente animado que hay por la noche, nos acabó encantando este sitio, cuyo personal ofrece además un gran servicio.
Al día siguiente, nos dispusimos a ir a visitar la Cueva Paradise. Esta se encuentra a unos 30 km del centro de Son Trach, por lo que alquilamos una moto para llegar hasta allí.
Por el camino fuimos admirando el paisaje, el cual se convierte en pura naturaleza una vez abandonas la carretera principal del pueblo.
La Cueva Paradise se encuentra en el interior de un recinto, al que se accede pagando una entrada de 150.000 VND por cabeza. Nos pareció carísimo, aunque una vez allí nos pudieron las ganas de conocer el interior de esta cueva. Una vez cruzas la entrada principal al recinto, hay que andar unos 20 minutos hasta el origen de un camino que asciende hasta la boca de la cueva.
Cuando por fin has llegado arriba, empieza el descenso por la enorme gruta, la cual se expande progresivamente a medida que vas bajando los primeros escalones hacia su interior.
Se dice que esta cueva tiene un sistema de grutas de alrededor de unos 31 km de extensión, aunque el recorrido accesible para los turistas es de tan solo 1 km. Todo el camino está adaptado con pasarelas y escalones de madera, facilitando el paso por el interior.
A medida que nos fuimos adentrando, nos parecía de nuevo estar explorando un mundo distinto. Por todos lados se pueden observar las impresionantes formaciones naturales, las cuales con el tiempo y debido a la erosión del agua han ido moldeando y dando forma al interior de la cueva.
La visita nos encantó, incluso más que la del día anterior a la cueva de Phong Nha. Parece mentira que existan lugares así, verdaderas obras de arte esculpidas por la propia naturaleza. No nos podemos imaginar cómo debe ser poder explorar la cueva más grande del mundo, y a pesar de que nos planteamos la opción de hacer la expedición a la Don Soong, el dinero nos acabó limitando y finalmente acabamos descartándola .
Finalmente, al igual que la tarde anterior, nos recogimos en nuestro bar de confianza, donde aprovechamos para actualizarnos un poco y prepararnos para la siguiente etapa: Da Nang!
Aquella noche no dormimos mucho, ya que el mismo bus que nos trajo a las 4 de la madrugada era el que nos iba a recoger siguiendo su ruta hacia el sur. Otra vez nerviosos, sabiendo que allá donde íbamos estaríamos de nuevo cerca del mar, con la posibilidad de disfrutar de un poco de tiempo de playa, un clima que desde hacía unas semanas íbamos anhelando cada vez con más ganas!
Que fotografías de las cuevas!!! Supongo que al natural tienen que ser alucinantes y supongo os debisteis sentir muy pequeños, me alegro de que vaya mejorando el tiempo. Segid disfrutando de la aventura. Un fuerte abrazo
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La experiencia al atravesar las cuevas debe ser una auténtica pasada.
Seguir disfrutando de la naturaleza y sus creaciones.
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Que bonitas las fotos de las cuevas, es un placer poder contemplarlas y todo gracias ha vosotros que las compartis con todos nosotros
Espero que ya tengais mejor tiempo.
Cuidaros mucho.
Un abrazo.
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Gracias de nuevo Rosa!!
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Qué grande es la naturaleza!!!
Gracias por compartirlo con nosotros. Un abrazo.
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Muy chulo todo
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